
Nadie me escucha,
No existen oídos para mis lamentos,
Para mis palabras,
Para mi dolor ni mi sufrimiento,
Para mis risas y mi amor,
Nadie me escucha,
Nadie me oye pidiendo ayuda.
Y entonces caigo,
Caigo en una profunda oscuridad,
Esa oscuridad de nuevo
Que me consume
Y a la que se aferra mi agonía,
No quiero hacerlo,
Pues espero verte otra vez.
Nadie me escucha,
Nadie puede verme caer,
¡Grito en el silencio!
¡Grito en mis adentros,
Desde el fondo de mi corazón!
Pero nadie me escucha,
¡¿Acaso no me ves?!
¡Para ti no existo!
¡¿No escuchas mis lamentos, acaso no ves que extiendo mi mano en un signo desesperado y te pido ayuda?!
Pasas a mi lado,
Como creyendo conocerme,
Pero, nada sabes tú de mí,
Como yo de ti,
¡OH, fatalidad!
¡Maldita humanidad!
¡¿Ahora, porqué he de vivir?!
¿Crees que no existo?
Pasas a mi lado disimulando el no verme,
Pero estoy ahí,
En cualquier esquina,
En cualquier crucero.
Son las dos de la madrugada,
Aún estoy despierto,
Y tú, ante el volante de tu auto,
Conduciendo para llegar hasta la calidez de tu hogar.
Mi hogar es la calle,
Quien me recibió con sus brazos abiertos,
Volviéndose para mí el seno materno,
Grito en el silencio,
Y nadie me escucha caer,
Seré un número más en las estadísticas de mañana,
Sin nombres ni apellidos,
Solo un cuerpo más,
Deambulando entre las calles.
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